Conoces el significado de poner un altar a la virgen de dolores en semana santa.
Con flores, velas, agua y la figura de la Virgen Dolorosa, el Altar de Dolores se levanta cada sexto viernes de Cuaresma como una de las tradiciones más conmovedoras del catolicismo en México.
Su origen se remonta al siglo XIII, en Italia, con la Orden de los Siervos de María, y fue instituido oficialmente por el Papa Benedicto XIII.
Pero fue durante el virreinato en la Nueva España cuando esta práctica se arraigó profundamente en la cultura popular, adoptada por todos los sectores sociales como una manifestación de fe, dolor y esperanza.
Más allá de su carácter ornamental o religioso, el Altar de Dolores tiene como propósito central consolar y fortalecer a los fieles ante el sufrimiento humano, representado en el dolor de la Virgen María por la pasión y muerte de su hijo, Jesucristo.
En palabras del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esta advocación mariana simboliza “la esperanza y la misericordia materna; que suaviza, conforta y fortalece los corazones de quienes en ella buscan consuelo”.
La Virgen, representada con el rostro enrojecido por el llanto, las manos entrelazadas y la mirada al cielo, comunica una emoción universal: el dolor ante la pérdida de un ser amado. Pero también evoca una promesa de alivio espiritual.
Los tonos marinos y púrpuras de su vestimenta no son casuales: representan la penumbra y el luto, pero también la introspección, el recogimiento y la renovación de la fe.
Así, cada año, al montar un Altar de Dolores, las familias mexicanas no solo recuerdan el sufrimiento de María, sino que encuentran en su imagen un símbolo de consuelo, unión y esperanza en medio de sus propias penas.