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ROSY GOVEA LE GANÓ AL CÁNCER DE MAMA; “DESPERTÉ Y DIJE, DIOS MÍO ESTOY EN EL CIELO”

Escrito por Angelique Salazar.

“No me siento muy bien, pero mañana me voy a sentir mejor si amanezco” expresaba Rosy todos los días mientras pasaba por sus quimioterapias.

En San Luis Potosí, los casos de cáncer de mama han mostrado un aumento en los últimos años, de acuerdo con el doctor Manuel Mendoza Huerta, jefe de la División de Ginecología del Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto”, la tasa de incidencia de este tipo de cáncer ha subido del 8% al 18% en la población femenina local.

Actualmente, el hospital tiene bajo vigilancia médica a aproximadamente 400 pacientes con cáncer de mama, lo que destaca la prevalencia de la enfermedad en el estado.

María Rosa Govea Aguirre, una mujer de 69 años, alegre, amorosa, amable, ocurrente y de buen es hoy un símbolo de fortaleza y valentía.
En entrevista con el Candidato Mx, compartió que hace 4 años le diagnosticaron cáncer de mama, una noticia que sacudió su mundo, pero que no la definió.

Durante un chequeo de rutina en un hospital general de la capital potosina, Rosy recuerda haberse sometido a una mastografía, sin embargo, el personal médico no le mencionó ninguna anomalía, lo que la hizo confiar en que todo estaba en orden. El tiempo pasó y, nueve meses después, Rosy notó una ligera alteración en su axila izquierda. “No era algo muy significativo, porque no me dolía, pero me di cuenta de que no estaba igual que el lado derecho”, expresó y a pesar de la falta de dolor, esa diferencia la inquietó.

Con la sospecha de que algo no andaba bien en su cuerpo, María Rosa decidió acudir a una clínica particular para solicitar una nueva mastografía, sin embargo, en la clínica le informaron que aún no había pasado el tiempo suficiente desde su estudio anterior, y además le indicaron que necesitaba una orden médica para realizarse el examen. Ante esto, Rosy decidió esperar dos meses más y se atravesaba el mes de diciembre de 2019, durante el cual se sintió perfectamente bien.

A finales de enero y principios de febrero de 2020, decidió no esperar más y a pesar de no tener la orden médica, acudió a hacerse la mastografía, ya que había pasado el año desde su último examen, mencionó que el estudio se realizó sin inconvenientes, y Rosy esperó algunos días para recibir los resultados.

Rosy nos confesó que, en el fondo, siempre supo que algo no andaba bien dentro de ella y que no sería una buena noticia. Pasaron algunos días hasta que su hija Gaby fue a recoger los resultados a la clínica y no había pasado ni una hora cuando Gaby llegó a casa, se quedó mirando a su madre en silencio, y antes de que pudiera decir algo, María Rosa le preguntó: “¿Tengo cáncer, verdad?”. Gaby, respondió que si y empezó a llorar.

María Rosa siempre ha creído que, ante cualquier problema, lo importante es encontrar soluciones. Con serenidad, le dijo a su hija: “No te preocupes, haremos lo que corresponde”. Gaby, anticipándose a la situación, ya había hablado con un amigo oncólogo y le informó a su madre que había conseguido una cita para el día siguiente con el Dr. Alejandro, a las 12 del mediodía, para evaluar el caso.

Cuando llegaron a la consulta, Rosy llevaba consigo dos estudios: la mastografía que le habían hecho un año atrás en el hospital general y la más reciente, realizada en la clínica privada. Al revisarlas, el Dr. Alejandro se mostró sorprendido, pues al analizar la mastografía del hospital general, se dio cuenta de que el cáncer ya estaba presente desde ese momento, un año atrás y lo más impactante fue confirmar que la enfermedad ya estaba en la etapa 4.

El oncólogo le indicó que debía hacerse una biopsia lo antes posible, y al día siguiente María Rosa se sometió al procedimiento. Los resultados confirmaron lo que temía: ya tenía dos tumores en el seno izquierdo, pues el cáncer, que había comenzado en la axila, se había extendido hacia el seno, confirmando la gravedad de la situación.

-El camino a luchar contra la enfermedad

Rosy comenzó a explorar sus opciones y, en la consulta, el doctor le sugirió que, si contaba con algún seguro social, sería prudente utilizarlo, ya que el costo del tratamiento era elevado. Así que decidió regresar al hospital general, aquel mismo lugar donde nunca le habían mencionado que había una anomalía en su mastografía un año atrás.

Mientras María Rosa atravesaba este difícil momento, recordó que se sintió abrumada por la angustia. “O te pones a llorar, o decides seguir adelante”, reflexionó. Fue una etapa especialmente dura, ya que no todos están preparados para enfrentar la palabra “cáncer”, y normalmente la gente la asocia con la muerte. “Quizás sí, pero también es posible que no”, señaló, reconociendo que aunque podría tener menos años de vida, los tratamientos disponibles en la actualidad ofrecen la esperanza de salir adelante.

En este contexto, Rosy compartió que, aunque no se sentía bien, también sentía la tristeza de Gaby al verla llorar. “No puedo llorar”, se decía a sí misma.
“Primero, no resolverá nada, y segundo, yo ya lo sospechaba”, en este sentido señaló que su estado de ánimo siempre ha sido importante en su familia y ella quería que sus hijos siempre la vieran fuerte ante esta lucha y que independientemente de lo que sucediera, pasaría irremediablemente.

En el hospital general, a Rosy se le mando hacer una tomografía por emisión de positrones (PET) para ver si las células cancerosas no habían invadido otro órgano, afortunadamente este cancer no había afectado ningún otro órgano de el cuerpo de Rosy, lo que le dio tranquilidad y tras este resultado, María Rosa comenzó su tratamiento, que incluía un ciclo de ocho quimioterapias para reducir los tumores, posteriormente y dependiendo de cómo respondiera a las quimioterapias, seguiría una cirugía en donde los médicos del hospital le sugirieron que lo más saludable sería quitarle toda la mama a lo que María Rosa no titubeó y sin pensarlo, aceptó.

Pero antes de la cirugía, Rosy tenía que pasar principalmente por las quimioterapias a lo que destacó que siempre el apoyo incondicional de su familia fue lo que la mantenía fuerte y con ganas de vivir y aunque los miedos la invadían, confesó que en ese momento no sabía exactamente qué era una quimioterapia, solo que no era algo agradable.

Al iniciar su primer tratamiento en abril del 2020, notó que los efectos no fueron tan alarmantes, sin embargo, a los 22 días aproximadamente y antes de la segunda quimioterapia, comenzó a sentir que su cuerpo estaba reaccionando de una manera extraña y al llegar a la segunda sesión, el miedo la invadió, pero al salir, se sintió con una mejor actitud, lo que se repitió en cada una de las quimioterapias.

Rosy resaltó que, aunque intentaba mantener la fortaleza, el proceso era muy duro, pues cada sesión afectaba poco a poco su cuerpo, y con cada quimioterapia, la sensación de malestar se intensificaba.

En este sentido, nos contó que nunca se permitió estar acostada. “Yo tengo que luchar a como yo pueda, pero no contra la decisión de Dios”, repetía cada día durante esos momentos difíciles. Cada mañana, al despertar, se sentaba en la cama y, a pesar de haber pasado por días de debilidad extrema, se esforzaba por ir al sanitario, aferrándose a las paredes y librando una batalla interna para convencerse de que podía lograrlo.

En ese punto, Rosy había perdido dos kilos y su fortaleza se desvanecía, pero siempre se decía a sí misma: “Lo que sea será, pero lo que no hagas por ti, no lo va a poder hacer nadie, y total, nadie dice que vayas a salir de la siguiente quimioterapia, pero mientras tanto, aprovecha estos momentos y este día que Dios te está dejando vivir”.

En uno de esos días difíciles, Rosy se miró en el espejo y se vio a sí misma: sin cabello, sin cejas ni pestañas, y visiblemente demacrada. Reflexionando sobre su apariencia, se dijo: “No me gusto, pero me voy a gustar”. Con esa determinación, regresó a su recámara, se maquilló las cejas, se aplicó labial, se puso chapitas y se colocó un pañuelo en la cabeza y al volver a mirarse en el espejo, afirmó: “Sé que estoy así por lo que estoy pasando, pero ahora sí me gusto. Si yo no hago algo por mí y por verme mejor, nadie lo hará”.

Una frase que Rosy se inventó y repetía diariamente mientras recibía sus quimioterapias era: “No me siento muy bien, pero mañana me voy a sentir mejor si amanezco”. Estas palabras le brindaban el ánimo necesario para seguir adelante. Aunque había días muy difíciles, también había otros en los que se sentía un poco mejor, y siempre estaba convencida de que quería llegar a esos momentos en los que se sentiría muchísimo mejor.

En este proceso, detalló Rosy que para ella la fé fue muy importante y así fue como superó las 8 quimioterapias y cuando llegó a la última, aquel 24 de septiembre de 2020, no creía que ya estaba en ese punto, pero se sentía bien de que lo había logrado.

Ante la montaña de emociones que María Rosa vivía constantemente, subrayó que nunca buscó ayuda psicológica, simplemente porque no lo sintió necesario, ella se consideraba fuerte y veía la vida desde una perspectiva diferente y siempre estuvo convencida de que el bienestar personal era una responsabilidad individual: “Lo que uno no haga por uno mismo, ni el mejor psicólogo lo va a poder hacer” expresó.

-El desprendimiento
No todo terminaba ahí, tras completar las quimioterapias, Rosy se sometió a una cirugía para la mastectomía el 17 de noviembre de 2020 y aunque comentó que la operación no fue del todo estética debido a los retrasos causados por la falta de camas, ella no se dio por vencida, pues esperó hasta que, a las 6:00 de la mañana, el personal médico le informó que estaba próxima a ser llevada al quirófano.

En ese momento, el miedo la invadió, pero Rosy se repetía a sí misma: “O uno vence al miedo, o el miedo te vence a ti”, así que decidió enfrentar su temor y esperar a que sus hijos llegaran para verlos. Mientras tanto, los médicos le hacían preguntas para evaluar sus posibilidades de vida y cuando le preguntaron si fumaba, ella respondió afirmativamente, a lo que el médico, con seriedad, le dijo, “La posibilidad de salir del quirófano es del 15%. ¿Firma o no firma?”, sin dudar, Rosy respondió, “Sí, sí firmo”, y firmó con determinación.

Sus hijos llegaron a verla, se despidieron y posteriormente ingresó al quirófano en donde detalló que es un lugar muy frío, sin embargo ella llegó con la mejor actitud y consciente de que todo podía pasar nunca perdió la fé.

-Un nuevo renacer
“Desperté y dije, ‘Dios mío, estoy en el cielo. No creo ser tan buena, ¿verdad?’ Jajaja, pero, ¡híjole, ¿salí? ¡Sí, sí salí!”, dijo Rosy al abrir los ojos en donde también recordó lo que le había dicho el doctor antes de entrar al quirófano sobre la baja probabilidad de sobrevivir, y se sorprendió de sentirse tan bien.

Poco después, una de las enfermeras entró en la habitación y, al preguntarle Rosy si todo había salido bien, la enfermera le confirmó que así había sido, sin embargo, le mencionó que todos la recordaron al momento de dormir por la anestesia, porque sus últimas palabras fueron: “Gracias, gracias, gracias”, las cuales estuvo repitiendo todo el tiempo mientras se iba quedando dormida.

“Por alargarnos un poco más la vida, se tiene que ir una parte de tu cuerpo”, estas fueron las palabras de Rosy al darse cuenta de que había salido con éxito de la cirugía.

Cuando regresó a casa vendada, se sintió lista para darse un baño y pensó que podría hacerlo sola, sin embargo, terminó requiriendo la ayuda de Gaby, su hija y aunque Rosy no quería que Gaby la viera en ese estado y se esforzó por cubrirse, no pudo evitarlo.

Al verla, Gaby se sorprendió y comenzó a llorar, Rosy, tratando de calmarla, le dijo: “No pasa nada, mi vida, esto tenía que ser, y lamento mucho que me hayas visto, porque yo no quería que tuvieras esa imagen”. Gaby le respondió: “Creo que es una herida más que la vida te ha dado, y de la cual has salido adelante”.

Con el paso de los días, Rosy empezó a notar algunas incomodidades y se dio cuenta de que la cirugía no se había realizado de la mejor manera. Sin embargo, se sentía agradecida por seguir viva y expresó: “Lo demás es lo de menos”, tras acercarse al cuarto aniversario de su cirugía ahora en noviembre, reconoció que todavía experimenta incomodidad al dormir de ese lado y es consciente de que nada volverá a ser igual, pero sí será mejor, porque tiene vida.

Durante su proceso de recuperación, decidió comprarse una prótesis y los doctores le sugirieron que podría optar por un implante, pero ella decidió que no quería hacerlo, pues la cirugía relató que “tuvo que ser necesario para que tú sigas parada frente al espejo, porque era eso o era ya no verte nunca más en el espejo” y ahora es muy feliz.

Una vez concluida la cirugía, María Rosa comenzó un tratamiento de 25 sesiones de radioterapia en enero de 2021, y destacó que aunque muchos podrían catalogarlo como algo “inofensivo”, la realidad fue que dejó marcas en su piel y provocó ardor. A pesar de las molestias, era un tratamiento esencial que sabía que debía atravesar en su camino hacia la recuperación terminándolas un mes después.

Tras este difícil viaje, María Rosa está a punto de cumplir 70 años y ha destacado que se ha convertido en una mejor persona: más paciente, más empática y con una perspectiva renovada de la vida. Ahora le gusta pensar más en los demás y ser más generosa, convencida de que todo lo que ha vivido ha sido para mejorar.

Agradecida con Dios por terminar cada día con vida, sin preocuparse por el ayer ni esperar nada del mañana, se levanta cada día con una sonrisa, sale a la calle y desea un buen día y bendiciones a todos. Sabiendo que sus hijos están bien, entiende que un día más es un día menos y que todo tiene un principio y un final. Esta aceptación y gratitud son lo que la hacen verdaderamente feliz a Rosy en la actualidad.

Gracias a su práctica de autoexploración, María Rosa había notado una anomalía en su cuerpo, lo que le permitió prepararse emocionalmente para la noticia, ya que este acto de autoexploración le sirvió en dos aspectos: en primer lugar, hizo que el diagnóstico no la impactara tanto, y en segundo lugar, le salvó la vida, pues si no se hubiera autoexplorado, impulsada por las campañas y la información que circula en redes, jamás habría notado la irregularidad, y lo más probable es que hubiera permanecido en la oscuridad, ya que no sentía ningún dolor.

Ante esta situación, María Rosa está consciente de que en algún momento esto puede volver a surgir, sin embargo ella cada 4 meses cumple con sus estudios continuos y mastografías y pide a Dios que esto no regrese.

En este sentido, Rosy hizo un llamado a todos para que se realicen una autoexploración, para que se quieran, amen su cuerpo, valoren la vida y a su familia, y, por ende, se cuiden. Destacó que la vida en sí misma ya es una lucha, con o sin cáncer, y exhortó a nunca darse por vencidos, pues enfatizó que el cáncer no significa muerte y que es fundamental enfrentar y vencer los miedos, viviendo siempre con la mejor actitud.

Ahora, con casi 70 años, Rosy puede mirar hacia atrás y ver cada etapa como un capítulo más de su vida: el miedo inicial, las quimioterapias, la cirugía, los días difíciles de tratamiento, y finalmente, la superación, hoy vive con la convicción de que la vida, incluso con sus grandes retos, sigue siendo muy hermosa y valiosa.

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