Escrito por Angelique Salazar.
Una tradición milenaria que encierra el simbolismo de la muerte, la continuidad de la vida y la conexión espiritual entre los vivos y los que han partido.
Se acerca el día de muertos, una de las festividades y tradiciones más coloridas en México y más allá de ser una celebración sobre la muerte, esta fecha es un homenaje a la vida y a la memoria de quienes ya no están con nosotros.
Las familias mexicanas comienzan a armar sus altares para honrar a los difuntos y en estas ofrendas, uno de los elementos icónico gastronómico cargado de simbolismo, es el pan de muerto.
El delicioso pan de muerto que se prepara en México para estos días de celebraciones está lleno de historia, y aunque existen diferentes tipos de pan de muerto, el más tradicional es el del centro del país, el cual está cubierto de azúcar.
Históricamente es un pan que se remonta a tiempos prehispánicos, cuando los antiguos mexicanos (aztecas), realizaban rituales para honrar a sus muertos y en esos rituales, era común que se ofrecieran figuras hechas con semillas de amaranto, simbolizando corazones humanos que, en algunas ocasiones, eran bañados en sangre.
Pero tras la llegada de los españoles, estos rituales fueron transformados por la influencia del catolicismo, dando origen al pan de muerto tal como lo conocemos hoy.
Si alguna vez te has preguntado porque el pan tiene esa forma, es porque el diseño del pan de muerto también tiene un simbolismo profundo, si bien, generalmente lo vemos en las panaderías de una forma redonda, y eso representa el ciclo de la vida y la muerte, ya que no tiene un principio ni un final, destacando así la eternidad.
Las tiras de masa que se colocan en la parte superior del pan simulan los huesos del difunto, y la esfera central simboliza un cráneo, pues esta representación nos recuerda la presencia de la muerte en la vida cotidiana, pero también celebra la posibilidad de reencontrarse con los seres queridos en un plano espiritual.
Además, esta delicia también suele estar cubierto de azúcar, lo que simboliza la dulzura de la vida y el gozo de compartir con los seres queridos, aún después de su partida.
Existen algunas versiones del pan de muerto que incluyen esencias de azahar, un aroma que se asocia con el descanso eterno y la paz espiritual, refiriéndose a la esperanza de la vida después de la muerte y en algunas regiones el ajonjolí es otro de los ingredientes que lo conforman representando las lágrimas de las ánimas.
El pan de muerto ocupa un lugar súper importante en las ofrendas de Día de Muertos, ya que colocarlo en el altar no solo es un gesto de hospitalidad hacia las almas que regresan, sino que también tiene un sentido de continuidad entre generaciones.
El pan de muerto no solo es un alimento, sino una pieza fundamental en el rompecabezas cultural que constituye el Día de Muertos en nuestro país y a través de su sabor, su forma y su significado, nos recuerda que la muerte es solo una parte del ciclo de la vida, y que la memoria de nuestros seres queridos nunca desaparecerá mientras los recordemos.