Un año después de que la maquinaria pesada irrumpiera en las calles centenarias del Barrio de San Miguelito, los vecinos reprochan los retrasos en las obras y con un pastel exigen el término de los trabajos.
El Barrio de San Miguelito, un emblema histórico de San Luis Potosí, atraviesa una de las crisis más profundas en su reciente historia. Hace poco más de un año, el 21 de agosto de 2023, los habitantes despertaron con el ruido ensordecedor de la maquinaria pesada que comenzaba a romper el adoquín de sus calles centenarias. Este hecho marcó el inicio de un proyecto de remodelación anunciado por el gobierno estatal, que prometía mejoras y embellecimiento del barrio. Sin embargo, lo que los residentes han experimentado desde entonces ha sido un año de caos, incertidumbre y deterioro de su calidad de vida.
Lejos de ser un motivo de celebración, el primer aniversario del inicio de las obras fue conmemorado por los vecinos con un acto simbólico cargado de frustración. Reunidos en la calle General Fuero, uno de los epicentros de la intervención, los habitantes partieron un pastel con una vela que marcaba los 365 días de promesas incumplidas y trabajos inconclusos. Lo que podría parecer una celebración era en realidad una protesta silenciosa, un grito de auxilio disfrazado de festejo que denunciaba la ineficiencia y falta de planeación del proyecto.
Desde que las máquinas comenzaron a trabajar en el barrio, los vecinos han vivido un verdadero calvario. Cortes inesperados de agua y electricidad, bloqueos constantes de calles, daños estructurales en viviendas debido a las vibraciones de la maquinaria pesada, y un aumento alarmante de la inseguridad son solo algunos de los problemas que enfrentan diariamente.
Negocios familiares, que durante años han sido el sustento de muchas familias, se han visto obligados a cerrar sus puertas debido a la caída en las ventas y la dificultad de acceso provocada por las obras. La situación se agrava con el incremento de robos a viviendas y vehículos, lo que ha generado un clima de temor e impotencia entre los habitantes.
Los residentes acusan a la autoridad de actuar con opacidad y falta de responsabilidad. Desde el inicio de las obras, los vecinos señalan que no han sido consultados ni informados adecuadamente sobre el proyecto, lo que ha generado un ambiente de desconfianza y resentimiento. Además, denuncian que las obras se han llevado a cabo sin los permisos necesarios del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), lo que pone en riesgo el valor patrimonial del barrio.
A lo largo de este año, se han atribuido los retrasos en las obras a los amparos interpuestos por algunos vecinos. No obstante, los residentes refutan esta versión y señalan que, incluso en las calles donde no existían restricciones legales, los avances han sido prácticamente nulos. Los vecinos denuncian una mala planeación y ejecución de la obra, y exigen que las autoridades se comprometan a realizar los trabajos con legalidad y calidad, respetando las necesidades y derechos de la comunidad.
La falta de intervención y la desvinculación del gobierno municipal de la capital han sido otro motivo de descontento. A pesar de que la obra se realiza dentro de su jurisdicción, el ayuntamiento ha permanecido como un testigo mudo, sin tomar acciones concretas para mitigar las afectaciones que sufren los vecinos de San Miguelito.
El Barrio de San Miguelito, declarado zona de protección patrimonial, se encuentra en un estado de abandono que contrasta con su rica historia y valor cultural. Los habitantes temen que, si las obras continúan sin respetar las normas técnicas y patrimoniales, el barrio pueda perder su estatus de patrimonio cultural, lo que sería un golpe devastador para la comunidad.